LA MUJER EN LA MÚSICA
Cecilia González López
UAEM
La música es una de las Bellas Artes que nació, creció y ha ido evolucionando junto con la vida misma. Desde sus orígenes, el individuo se valió de las diferentes emisiones sonoras como medio de comunicación; así, se utilizaba el sonido del caracol para llamar a los de su especie o el golpeteo de piedras y utensilios para acentuar los ritmos en los diferentes ritos, tanto religiosos como de cacería o de cualquier otro tipo. Poco a poco la evolución fue marcando sus cambios.
De los sonidos producidos por objetos, nacieron diversos instrumentos: del caracol surgieron los de aliento, del golpear objetos se dio origen a las percusiones y así se fueron desarrollando diversos instrumentos y, junto con ellos, un gran número de ritmos; para enriquecerlos, se creó la armonía; los estilos fueron determinando épocas, lugares y costumbres.
El papel femenino en todo este proceso ha sido fundamental y, al igual que la música, evolucionó; la mujer se ha ido desenvolviendo dentro de esta arte con grandes dificultades y rompiendo importantes brechas marcadas por las diferencias de género prevalecientes en la antigüedad y que, poco a poco, se han podido romper; si bien no en su totalidad, sí de forma tal que le han permitido desarrollarse en este ámbito, tanto como ejecutante de todo tipo de instrumentos como directora de orquesta y compositora y, en general, artista de la música. Así se encuentran representantes en el género popular, en el folklórico o en las expresiones académicas, malamente llamadas “música culta” –pues, ¿qué existe la música inculta?– y ambas han dejado marca dentro de la propia historia.
Actualmente, mujeres en el ámbito musical han encontrado cabida y, por lo tanto, se han podido desenvolver en una forma más libre; sin embargo, las diferencias de género aún forman parte de algunas limitantes, principalmente en el sentido laboral, las cuales se han ido rompiendo y de esa forma allanan el camino para las futuras generaciones.
Hablar de este tema no es nuevo; en la actualidad existen muchas instituciones, agrupaciones y personas que se han dado a la tarea de investigar sobre el papel que juega y ha jugado la mujer a lo largo de la historia, dentro de diferentes campos del conocimiento, sin dejar a un lado el arte, específicamente la música.
María José Arana –Doctora en Teología, luchadora incansable en defensa de la postura de la mujer, principalmente en el ámbito religioso y autora del libro Mujeres sacerdotes– describe de muchas formas cómo se ha discriminado la capacidad de las mujeres, de hacer bien las cosas dentro del entorno profesional.
En su artículo “Mujeres en la Historia”, habla sobre la importancia del rol jugado por las mujeres dentro de los claustros religiosos en la antigüedad, ya que numerosas obras fueron compuestas dentro de ellos, sin embargo, tenían que ser firmadas con pseudónimos masculinos, como el nombre de un hermano, un amigo o su padre, debido al papel social tan restringido que desempeñaba el sexo femenino en esa época (Arana, 2005).
Este fenómeno no está restringido a la música, ya que también se encuentra en la rama de las artes plásticas; en la pintura, por ejemplo, antiguamente las obras realizadas por las mujeres, con el firme propósito de poder exponerlas o comercializarlas, eran firmadas con nombres masculinos.
Sin pretender juzgar de la misma forma que los hombres lo hicieron durante siglos, es difícil pensar cómo éstos se encargaron de hacer de la mujer un objeto de mínimo valor y sobre todo cómo la mujer tardó tanto tiempo en revelarse ante esto. Cabe mencionar que en los Teatros griegos y romanos, las gradas con mejor vista y sonido eran reservadas para los personajes masculinos importantes y las más alejadas para los esclavos y, junto a éstos, las mujeres. Evidentemente, el papel masculino se encargó de relegar a las mujeres y resaltar la cultura de una sociedad sexista, la cual afectó no sólo a ellas mismas, sino al mundo entero, ya que grandes figuras femeninas se perdieron en el anonimato; muchas, debido a que su producción artística aparece con otro nombre; otras tantas porque ni siquiera se les permitió hacerlo.
Así, haciendo un recuento a lo largo de la historia, podemos mencionar algunas citas encontradas en el mismo artículo de Arana, donde describe cómo se calificó al sexo femenino; por ejemplo, Santo Tomás de Aquino se expresó refiriéndose a este género de la siguiente manera: “La imagen de Dios se encuentra en el hombre de forma que no se verifica en la mujer; así, el hombre es el principio y el fin de la mujer, como Dios es el principio y el fin de toda creación” (Arana, 2005). También, a la mujer se le incapacitó socialmente para desarrollar cualquier actividad, ya que la ley sólo indicaba para ella las actividades realizadas dentro de su casa; Galdós en el siglo XIX decía que “el mayor encanto de la mujer reside en su ignorancia” (Arana, 2005). Para acabar con el cuadro, según escribiera Nietche, “El hombre debe considerar a la mujer como de su propiedad” (Arana, 2005). ¡Qué tal!
La gran mayoría de las mujeres aceptó esta forma de vida de manera por demás sumisa, con temor y con recato; sin embargo, algunas se rebelaron ante esto y lucharon por obtener un lugar que, en muchas ocasiones, les costó la vida, pues se les acusaba de herejes, brujas o de ir contra la ley; por lo tanto, eran condenadas a morir. No obstante, aquellas que, a pesar de todo esto continuaron con sus ideales, fueron un pilar importante en la historia de la mujer.
El siglo XIX marcó el inicio de una lucha de género que aún no termina, pues en la actual centuria el papel de la mujer en muchos aspectos sociales es menospreciado y en algunos casos no reconocido.
A pesar de ello, en lo referente al papel que han jugado las mujeres en la música, existe un gran número de figuras femeninas que ha sobresalido en los caminos de la historia; así tenemos compositoras e intérpretes que, ante la necesidad de encontrar un medio laboral, fueron creando los espacios para poder desarrollar su talento interpretativo, lo cual dio origen a las orquestas femeninas, dirigidas también por mujeres.
Las primeras tuvieron que abrir camino, como es el caso de la Orquesta de Mujeres de Viena, creada para dar respuesta a la negación del gobierno Austriaco de incluir mujeres en las orquestas. Esta agrupación musical tocaba para la resistencia Alemana durante la Segunda Guerra Mundial y, aunque se reconocía su enorme calidad, sufrió mucho para que se le diera cabida en el ambiente musical fuera del contexto de la guerra. En España, la defensa de este género es evidente; antes de la Guerra Civil Española se creó la Orquesta Femenina de Barcelona, cuyas actividades se vieron interrumpidas por esta guerra, reiniciando hasta los años 50 con el nombre de Orquesta Clásica Femenina. Ahora, en pleno siglo XXI, existen más agrupaciones, como la Orquesta Sinfónica de Mujeres de Madrid, fundada en 2004 bajo la dirección de Isabel López Calzada, quién, en una entrevista realizada por el Diario La Hora en agosto de 2005, mencionó lo importante que resulta la formación de esta orquesta donde se da cabida a mujeres que en otras (orquestas mixtas) no han podido desarrollarse. Afirma con confianza que algún día espera poder "vivir para ver que una directora de orquesta no sea considerada ‘algo raro’” (Aguirre, 2005).
Desde la época antigua hasta ya avanzado el siglo XX, la música en la figura femenina se limitaba a formar parte del adorno familiar, permitiendo que algunas chicas de sociedad tomaran clases de piano o de canto y deleitaran con su interpretación en algunas reuniones familiares; en el caso de aquellas que destacaban en sus estudios o sobresalían por sus capacidades intelectuales, no les era permitido mostrar en público su calidad interpretativa o compositiva, quedando resguardada entre cuatro paredes. Sin embargo, las que contaban con un enorme talento, a pesar de verse limitadas a desarrollarlo, se valieron de diferentes recursos para poder continuar con su labor en la composición y ejecución. Cabe señalar que existen muchos nombres de personas destacadas, de las cuales mencionaré sólo algunas, no por ser los más importantes, pero sí por ser un ejemplo claro de la discriminación de género, tales como:
Nannerl Mozart —cuyo nombre era María Anna Walburga Ignatia Mozart—, al igual que su hermano Amadeus, fue prodigio. Fue educada con una amplia cultura musical; tomó clases de piano y composición, y dio un gran número de conciertos acompañando a Wolfgang Amadeus al violín; pero el hecho de ser mujer hizo que su propio padre la relegara de tal forma que casi termina loca, pues representaba una posible sombra para su hermano, así que se le impidió seguir componiendo y se dedicó a impartir clases de piano.
Otro ejemplo importante es el de Clara Wieck, quien nació en Leipzig en 1819 y murió ahí mismo en 1892. A los nueve años ya era una virtuosa del piano y fue la primera persona que interpretó las 32 sonatas para piano de L. Van Beethoven, las cuales cuentan con un alto grado de dificultad en su ejecución. Clara contrae matrimonio con el compositor y pianista Robert Schuman y continúa su labor pianística, pero la composición la realiza bajo la sombra de éste, pues se ha encontrado que algunas de las obras firmadas por Robert, en realidad, eran de Clara –incluso uno de sus conciertos–, él reconoció abiertamente que la obra interpretada era de su esposa.
De igual forma, les sucedió a otros personajes como Fanny Mendelssohn, hermana del conocido compositor y pianista Félix Mendelssohn. A los 13 años ya tocaba a la perfección y de memoria el Clave Bien Temperado de Johann Sebastian Bach. Tuvo la oportunidad de contar con una excelente educación musical; sin embargo, cuando mostró inquietudes para dedicarse de lleno a la música, como su hermano Félix, éste y su familia se opusieron y trataron de impedirlo limitándola a tocar algunas de sus composiciones en las tertulias familiares y los domingos después de la comida. Años más tarde, contrajo matrimonio con un pintor y retratista llamado Wilhelm Hensel, quien, al conocer sus virtudes, le brindó todo su apoyo; de esta forma, logró desarrollar su talento y editar dos libros de canciones y uno de sus composiciones. Su virtuosismo en la ejecución del piano fue comparado con el de Franz Liszt.
Otro personaje importante en la música de la época clásica fue sin duda la compositora y pianista Alma Mahler. Su primer matrimonio fue con el compositor Gustav Mahler, que duró ocho años. Al morir éste, contrajo nupcias por segunda ocasión con Walter Gropius, arquitecto, fundador de La Bauhaus. Se casó por terceras nupcias con el poeta judío Franz Werfel. A ella se le consideró una virtuosa del piano y una gran improvisadora en este instrumento; estudió contrapunto y composición con Zemlinsky (compositor y profesor de Schönberg), escribió canciones para voz y piano. Cuando se casó con Gustav Mahler, le advirtió que “el rol de compositor, el mundo del trabajo, le correspondía a él, mientras que a ella le tocaba hacer el papel de compañera amante y pareja comprensiva” (Palma, 2006). Sin embargo, su pasión por la música hizo que se dedicara a ésta hasta encontrarse con la muerte en 1964.
Los siglos XIX y XX sirvieron de marco para reconocer el talento del sexo femenino en el ámbito musical y, en general, a través de la historia. Es así que se reconoce el trabajo de importantes figuras, como Blanche Sela I. Henry, pianista, pedagoga y musicóloga, quien cambió su nombre de pila por el de Blanca Selva. Nació en 1881 y murió a la edad de 58 años; estudió en la Schola Cantorum, con Vicent Indy, donde también dio clases y fue profesora en los conservatorios de Estrasburgo y de Praga; renovó la técnica pianística; se especializó en la interpretación de la música de Bach, Beethoven y Cesar Franck (Palma, 2006).Asimismo, existen ejecutantes de gran prestigio, tal es el caso de María Barrientos, nacida en Barcelona en 1884, quien fue considerada una de las mejores sopranos ligeras de su tiempo, debutó a los 15 años en el Gran Teatre del Liceu y se retiró en 1924.
Otra figura muy importante dentro del ámbito musical del Bel Canto es, sin duda, María Callas, cuyo verdadero nombre era Cecilia Sophia Anna Maria Kalogeropoulou, hija de emigrantes griegos, nacida en la ciudad de Nueva York en 1923.
En 1937 regresó con su madre a Grecia, donde inició sus estudios de música en el Conservatorio de Atenas, estudiando con Elvira Da Hidalgo, una renombrada soprano. Callas fue una importante intérprete de ópera, reconocida internacionalmente por su impresionante timbre.
Dentro de todo este fenómeno revolucionario, la mujer mexicana no se quedó atrás. En el siglo XIX se escuchó más abiertamente la participación de algunas de ellas en el ámbito musical, dentro del contexto de discriminación sexista prevaleciente en la época. La mujer podía tomar clases de música como parte de su educación, en un círculo social muy elitista, pero difícilmente se le reconocería como una importante compositora ni como buena pianista, lo cual se puede observar en lo que Amado Nervo escribió en un artículo publicado en 1896: “De cuarenta mil muchachas en pleno estudio, treinta y nueve mil son boxeadoras del piano y no pasan de allí. Nos quedan mil; más de estas mil, novecientas cincuenta aturden a los vecinos con trocillos de zarzuela [...]
Restan cincuenta, cuarenta de las cuales tocan algo, al pertinaz teje maneje merced al cual se logra leer una mazurca de Chopin, un nocturno de Schumann, un minueto de Thomé. De matices... nada [...] Pero nos quedan aún las diez últimas [...] Tendremos entonces, en un lapso de ocho años, en la República, diez artistas [...] Entre esas diez no habrá, empero, sino por rarísima casualidad, una gran pianista” (Miranda, 1998).
De igual forma, la discriminación sexista tuvo lugar dentro de los claustros de enseñanza, cabe mencionar que Melesio Morales –Director del Conservatorio Nacional- escribió el siguiente comentario referente a un concurso de piano llevado a cabo en dicha institución y en el cual participaron muchas mujeres y un solo hombre: “Irregular y aún digna de compasión encontré la presencia de un representante del sexo feo luchando contra señoritas. Los hombres han de batirse con los hombres, no con las mujeres. La mujer, sexo débil e inferior, debe hacer del hombre el amparo y el amor, jamás la competencia; váyase el Sr. Calderón al Japón” (Barón, 2005).
Las grandes intérpretes y las grandes compositoras requieren espacios para poder expresar su música. En todas partes del mundo, las diferencias de género han marcado una gran limitante laboral para difundir el arte femenino. Ante este problema, también en nuestro país se crearon orquestas formadas por mujeres. En 1925 se instituyó la primera Orquesta Sinfónica Femenina Mexicana, en donde se tocaba todo tipo de repertorio, prefiriendo obviamente compositoras femeninas. Hoy en día, se está formando la Orquesta Sinfónica de Mujeres del Nuevo Milenio, que surge como resultado de la necesidad de abrir espacios para el desarrollo de mujeres en la ejecución de muchos instrumentos, incluidos aquellos considerados solo para ser interpretados por hombres.
Todos estos cambios se deben al rescate de la producción musical que algunas agrupaciones, como el Colectivo de Mujeres en la Música, A.C, y mujeres en forma individual, han desarrollado. México ha sido cuna de significativas compositoras e intérpretes, por ejemplo: Guadalupe Olmedo —nacida en Toluca en 1853—, María Granillo, Leticia Armijo, Lucía Álvarez, María Teresa Rodríguez, Graciela Agudelo, Consuelo Díez, Sabina Cobarrubias, María Teresa Prieto, por mencionar algunas de entre una enorme lista de figuras femeninas que hicieron y actualmente están realizando una importante labor dentro de la cultura musical y que gracias a la lucha incansable de sus antecesoras han encontrado un camino más abierto para la creación musical.
“Yo creo que la música es la música, no hay para mí ni género ni preferencias sexuales, creo absolutamente en la androginia” María Eugenia León (2006).
En el ámbito de la música popular, la figura femenina es de primera y grandes intérpretes se han abierto camino, lo cual no es fácil. Podemos mencionar el ejemplo de María Grever, una de las compositoras más importantes en este rubro de la época de oro, quien también incursionó en la composición de música clásica. Se casó con León A. Grever, de quién tomó el apellido para después inmortalizarlo.
Otra importante representante en este género fue, sin duda, Consuelo Velásquez, compositora Jalisciense, nacida en 1920 y recientemente fallecida, quien estudió en El Conservatorio Nacional y en el Palacio de Bellas Artes, donde se recibió como Pianista de Concierto en 1938.
Se le cataloga dentro de la historia de la música mexicana, como una de las más importantes compositoras románticas, autora de canciones como “Bésame mucho” y “Amar y vivir”, de entre una enorme lista (Orta, 1996).Cabe abrir un paréntesis para hacer algunas reflexiones. Aunque las connotaciones históricas aquí planteadas hacen parecer en general a todas las mujeres y en particular a las dedicadas al arte como mártires, mi intención al conmemorar el Día Internacional de la Mujer es hacer que el lector de este documento reflexione acerca de las adversidades que la han hecho sublimarse, obligadas por las circunstancias, obteniendo el reconocimiento de sus inobjetables capacidades intelectuales y artísticas.
Si bien las cosas han cambiado mucho con relación a los criterios del pasado, aún se reconoce la existencia de un medio adverso para el desarrollo pleno de las mujeres y eso se pone de manifiesto en la reciente campaña televisiva promovida por el Senado de la República, en la cual dos niños pequeños aparecen recostados en una cama y se pronostica su futuro en función de su sexo. La reflexión es forzosa al conmemorar el Día Internacional de la Mujer: la adversidad ha cedido ante su empuje, pero la innegable valía de algunas en esta época moderna en las Bellas Artes todavía en ocasiones el mundo actual las reconoce como auténticas analogías del sonido 13.
Cierro este ensayo reconociendo el trabajo y la gran calidad de las expresiones artístico-musicales realizadas por las mujeres, recordado lo que dice Consuelo Velásquez en su canción “Amar y vivir”: “Se vive solamente una vez; hay que aprender a querer y a vivir…”
La Mujer en la Música.
La Mujer en la Música.
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